LA SEGUNDA SOMBRA Cecilia Lobato - Apoyo para Ansied...

Apoyo para Ansiedad y Depresion

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LA SEGUNDA SOMBRA Cecilia Lobato

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Siempre que tu cuerpo se enferma todos preguntan qué tenés y esperan preocupados los resultados de los análisis de sangre, los rayos x, los electrocardiogramas, el diagnóstico, si te van a operar y de qué. Preguntan por el horario de visita, el número de habitación, si precisas acompañante y muchos se ofrecen serviciales para cubrir los distintos horarios. No es bueno que te quedes solo, ni de día, ni de noche. La familia y los amigos te visitan o te llaman deseando que te recuperes.

Todo a tu alrededor confirma lo que estas sufriendo.

Así como tu propia sombra confirma tu existencia.

Pero que diferente es cuando la que se enferma es la mente. Nadie pregunta que tenés, porque los diagnósticos psiquiátricos nunca quedan claros y encima todos empiezan con la palabra trastorno.

La respuesta universal para estos casos es que estás "medio loco" y que en realidad siempre fuiste medio raro.

Mientras tanto en tu cerebro las pequeñas neuronas se van muriendo y van dejando de hablarse entre sí.

Otras partes importantes se van reduciendo lo que afecta tu memoria, tu sueño, tu apetito y sobretodo tus emociones.

Sumado a esto no hay huellas visibles de lo que te está pasando.

Aún las heridas más profundas no sangran, los moretones no cambian de color hasta verse violetas, nadie pide un bisturí y a no ser por las pastillas, aunque tu dolor no tenga límites, nada te anestesia.

No te revisan las cicatrices, ni te sacan los puntos, porque tampoco existe el alta, ni la cura.

Preocupado vas con urgencia a ver a un importante médico especialista y te atiende nada más que 15 minutos y te vas con las mismas preguntas que llegaste, más una bolsa llena de pastillitas de colores que ni siquiera sabes para que sirven.

Pastillas que te llevan despacito al olvido momentáneo del dolor, cayendo en una especie de ensueño en el que simplemente la vida se te pasa.

Y mientras tus dolores invisibles se duermen sin angustia, la humedad que te inundaba los ojos se va secando. Entonces ahí ves con claridad a todos los que amas y te sentís nuevamente triste y culpable porque en tu propio abandono parece que estuvieras también abandonándolos.

¿Y qué les podés decir? es que en verdad no hay para mostrar ninguna cicatriz. Porque las heridas nunca curan. Se quedan así, sin poder hacerles nada.

Como no se ven nadie entiende que es lo que te duele, nadie ve que

es lo que te aqueja y que así de invisible te traspasa, simplemente dejándote deshecho.

Nadie puede ayudarte a recoger los miles de pedazos de tu alma que quedaron esparcidos después de que tu mente la hizo trizas y te dejó así, impotente.

Nadie ve las inmensas pérdidas de sangre transparente que sólo cuando desbordan el pozo de tus ojos se asoman como lágrimas, en una especie de temporal de lluvia ácida.

Nadie verá nunca lo que perdiste para siempre en la cabeza y en el alma en una especie de batalla que tenés que pelear solo, parado en la primera línea, sin escudo, sin trinchera y sin armas.

Sólo te queda esa pequeña llama, tu voluntad que aún quiere seguir peleando y que consigo lleva misteriosamente una segunda sombra a la que no le interesa pararse a tus espaldas.

Una segunda sombra que sólo si quieres pueden ver tus ojos. Silenciosa y testaruda pero decidida a no moverse de tu lado.

Una segunda sombra que camina al lado tuyo y que alguien por ahí le puso el nombre de "esperanza".

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Bipolar72
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Quitena

que hermoso tu escrito es algo en lo que he estado pensando ultimamente. gracias x compartir.