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La psoriasis y el estrés

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La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica no contagiosa, considerada no sólo una enfermedad de la piel sino una enfermedad sistémica. Afecta todas las edades y todas las razas. Su incidencia se calcula entre el 1 al 2% de la población. Aproximadamente el 30% de los pacientes que padecen psoriasis pueden padecer artritis psoriásica y, de éstos, 5/10% pueden padecer algún grado de discapacidad.

La piel y el sistema nervioso están estrechamente ligados. El estrés psicológico hace que el cuerpo libere unas sustancias químicas conocidas como neurotransmisores, que afectan a varios órganos del cuerpo, incluida la piel, y provocan reacciones en cascada que hacen que la función barrera de la piel se vuelva menos impermeable, con una ligera aceleración del ritmo de renovación cutánea. A su vez, la piel se vuelve propensa a inflamarse y, al estar debilitado el sistema inmunológico, éste no puede responder de forma óptima a la inflamación.

El estrés no puede por sí solo provocar psoriasis, puesto que la psoriasis es una enfermedad multifactorial en la que están implicados factores genéticos, medioambientales e inmunológicos. No obstante, en muchos casos la psoriasis aparece después de un acontecimiento estresante.

La psoriasis es una enfermedad sistémica en la cual la evolución favorable de los tratamientos también depende de que el paciente se encuentre clínicamente estable.

Las formas extremas de estrés, como las causadas por un accidente de tráfico o un fallecimiento, o formas más leves y prolongadas, como una situación familiar problemática, un divorcio o conflictos en el lugar de trabajo, pueden causar brotes de psoriasis y aumentar el riesgo de recaídas.

Además, la propia enfermedad causa estrés, puesto que la piel juega un papel importante en la comunicación interpersonal. Las lesiones visibles, especialmente en las manos y la cara, pueden dañar la autoestima y conducir a ansiedad e incluso a depresión. Cuando las lesiones se presentan en áreas de piel visibles incomoda al que las padece, le dificulta relacionarse y al que interactúa con el enfermo le da curiosidad y hasta en algunos casos dudas de la posibilidad de contagio.

La psoriasis es una enfermedad no contagiosa pero que se ve y se siente. Las relaciones interpersonales y la vida diaria familiar y laboral se ven afectadas.

Se crea con ello un círculo vicioso, puesto que este estrés puede a su vez provocar más estrés y por lo tanto brotes de enfermedad.

Algunos estudios científicos demuestran que puede transcurrir un período de entre dos días y cuatro semanas entre el suceso estresante y la aparición de la psoriasis. No existe un vínculo causal entre la duración del período y la gravedad de la psoriasis. No obstante, parece que los pacientes que identifican la causa del estrés que ha desencadenado la afección tienen unos períodos de remisión más frecuentes y duraderos que aquellos que no han identificado dicha causa.

La psoriasis suele causar picazón, y muchas personas no pueden dejar de rascarse. No obstante, el rascado continuo hace que aumente la inflamación de la piel, que a su vez hace que aumente la picazón. La piel también resulta dañada cuando se arrancan las escamas o se friccionan las zonas de las lesiones.

El efecto del alcohol, el tabaco y algunos fármacos empeoran la evolución de la enfermedad. El alcohol también puede causar una disfunción hepática, lo que puede multiplicar los efectos secundarios de algunos medicamentos que se utilizan como tratamiento.

Todas las técnicas y actividades físicas y mentales que ayuden para disminuir el estrés pueden resultar beneficiosas para la psoriasis. También existen algunas normas básicas para combatir el estrés. Es importante, además, dormir el tiempo suficiente, y realizar ejercicios de respiración por la mañana y por la noche para aliviar la tensión que pueda haber acumulado el cuerpo. Si una persona está emocionalmente equilibrada, su sistema inmunológico controlará mejor la inflamación. En algunos casos, es recomendable la terapia psicológica.

La clave más importante es contar con un médico dermatólogo de confianza que logre una buena relación médico-paciente y que con las medicaciones adecuadas mejoren los síntomas y los signos de esta enfermedad. Es importante no automedicarse.

Mantener el cuerpo sano y una contención afectiva de los grupos de relación junto con el equipo de salud ayuda a sobrellevar esta enfermedad crónica.

Vivir sin estrés es imposible, vivir sin problemas también lo es, tal vez la solución esté en cómo enfrentamos estas situaciones.

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