"La violencia es el último recurso del incompetente". Es el lema del escritor ruso Isaac Asimov, pero también el de Álvaro. Le apasiona escribir sobre referentes como Emilia Pardo Bazán, es amo de casa y quiere empezar un voluntariado de reparto de alimentos para las personas más desfavorecidas. Únicamente tiene una incapacidad laboral desde 2015 cuando le diagnosticaron un trastorno esquizoafectivo y un trastorno de bipolaridad, aunque convive con él desde hace 31 años tras la muerte de su padre: "Con 23 años, uno no es capaz de asimilar que, al ídolo de tu vida, enfermo de cáncer, le han atropellado". Desde entonces, asegura que ha recibido un trato desigual en alguna tienda, le han despedido en el trabajo por decir que tomaba medicación y se ha llegado plantear quitarse la vida en varias ocasiones. "Lo primero que piensa una persona con esquizofrenia es quitarse de en medio, tirarse por la ventana, suicidarse y dejar de hacer daño a las personas con las que vive".
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Como Álvaro, más de un millón de personas padecen un trastorno mental grave en España, según datos aportados por el Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam), órgano dependiente del Instituto de Salud Carlos III. Esto es entre el 2,5% y 3% de la población española. Mientras que una de cada cuatro personas en el mundo podría sufrir algún tipo de problema de salud mental a lo largo de su vida, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los expertos hablan de un sufrimiento doble: el personal a la hora de aceptar la enfermedad y el originado por la sociedad a través del estigma. La peligrosidad y la impredecibilidad son los dos conceptos que se manejan cuando se habla de la estigmatización de estas personas.
"El estigma es un proceso que lleva creencias erróneas, emociones asociadas a esas creencias y comportamientos discriminatorios", explica Sara González, experta en estigmas en personas con trastornos mentales graves y psicóloga del Centro de Rehabilitación Psicosocial Martínez Campos en Madrid. Este lugar es uno de los 27 dispositivos especializados para los problemas mentales graves de la Comunidad que tiene como objetivo acompañar en la recuperación de personas como Álvaro. Entre los principales objetivos, se centran en recuperar el máximo grado de autonomía personal y social, promover su mantenimiento e integración en la comunidad, y luchar contra el estigma hacia la salud mental.
Álvaro viene al centro desde hace seis años: "Es frustrante que piensen que eres agresivo cuando te reconoces como pacifista total. Puedo ser igual o menos violento que cualquier otra persona de la calle"
Álvaro viene al centro desde hace seis años: "Es frustrante que piensen que eres agresivo cuando te reconoces como pacifista total. Puedo ser igual o menos violento que cualquier otra persona de la calle" / ADRIANA DELGADO
Un estigma que estas personas "terminan creyéndose", asegura Carlos Salamero, director del centro. "Si yo tengo este pensamiento de mí mismo, no puedo escapar. Lo tienen interiorizado por lo que ellos mismos están asustados y no pueden vivir", añade. Aunque esta realidad idealizada es diferente, según reflejan los datos. La Confederación de Salud Mental España estima que entre el 3% y 5% de los actos violentos de la comunidad son atribuibles a personas diagnosticadas con trastornos mentales. Salamero confirma esta cifra con su propia experiencia: "Llevo trabajando en esto 33 años y recuerdo cinco casos en donde haya delinquido. Sin embargo, en estos últimos cuatro o cinco años, cinco personas del centro se han suicidado desgraciadamente". Riesgo que aumenta en aquellos trastornos con cuadros afectivo-depresivos, esquizofrenias, alcoholismo y trastornos de personalidad.
En el centro de Rehabilitación Psicosocial Martínez Campos realizan desde sesiones de recuperación cognitiva, a terapias sobre el manejo de las emociones o actividades asistida con animales con el fin de poder controlar el rechazo y las emociones, y las consecuencias que conllevan en la persona. Manuel, por ejemplo, asiste desde hace 13 años, aunque convive desde hace más de 20 con un trastorno esquizoafectivo con periodos de depresión profunda. Al no alcanzar sus objetivos en la universidad, sufrió varios brotes "que me hicieron sufrir mucho y me hicieron sentirme aislado completamente", dice. Explica que sus compañeros se olvidaron del Manuel que le gusta la informática, la música y el dibujo. Y él mismo vio cómo las ilusiones y los sueños se esfumaron. "Casi de la noche a la mañana, me di cuenta de cómo la gente te abandona", lamenta todavía.
Dos asistentes en la terapia con animales en el centro de Rehabilitación Psicosocial Martinez Campos.
Dos asistentes en la terapia con animales en el centro de Rehabilitación Psicosocial Martinez Campos. / ADRIANA DELGADO
"Cuando la gente habla sobre sus experiencias inusuales casi todo tiene que ver con el rechazo: 'siento que me persigue', 'siento que hablan de mí', 'siento que me dicen que no valgo nada", manifiesta la psicóloga Sara González sobre los pensamientos que puede tener una persona como Manuel. González además apela a la poca empatía y la necesidad de superioridad: "Quizás una ansiedad si la puedo sentir, pero escuchar voces o ruidos -como le puede llegar a suceder a personas como Manuel o Álvaro- igual no lo he experimentado, por eso señalo más el hecho de que yo soy lo bueno y esto es lo malo".
Rechazo que también ha llegado a la vida de Teresa que reconoce con una sonrisa que entrar en el centro hace siete años "ha dado un giro completo" en su vida. Ahora sueña con poder escribir un libro en primera persona sobre sus 54 años de experiencia con un trastorno bipolar. Aún recuerda con temor esos ingresos en la octava planta del Hospital Clínico de Madrid tras sufrir brotes y conductas autolíticas debido a su diagnóstico. La muerte de sus padres y el suicidio de algunos de sus mejores amigos "me hundieron en un pozo sin luz". Sufrimiento que ha ido acompañado de críticas continuas por su condición: "El daño lo pagamos con nosotros a través del aislamiento. No queremos salir, no queremos hacer daño a nadie, nos escondemos del mundo. Hubo una etapa que me escondía debajo de la mesa, imagínate", explica. "Yo creo que la sociedad no está preparada. Le falta mucha humanidad todavía".
En el centro Martínez Campos realizan sesiones de habilidades de afrontamiento donde los presentes hablan de sus emociones, preocupaciones e inquietudes.
En el centro Martínez Campos realizan sesiones de habilidades de afrontamiento donde los presentes hablan de sus emociones, preocupaciones e inquietudes. / ADRIANA DELGADO
González asegura que el concepto de inestabilidad que se tiene sobre estas personas es una alteración que "tenemos todos" y que "cuando se recibe la ayuda y atención adecuada para poder afrontar ese malestar, la inestabilidad que es temporal, cambia". Un ejemplo es Miguel Ángel, que fue diagnosticado de un trastorno afectivo-atípico, originado por su orientación sexual, aunque lleva dos años recuperado. "Dudaba de mí mismo, pensaba que pecaba al realizar un acto sexual y lloraba diciendo que iba a ir al infierno por el mero hecho de ser gay", dice. "Nos menosprecian y nos consideran inestables porque no seguimos las pautas impuestas por la sociedad, pero somos personas que jamás haríamos daño", manifiesta mientras asegura cómo se han llegado a aprovechar de él tanto física como psicológicamente.
El sufrimiento antes que la enfermedad; la experiencia antes que los síntomas
Los expertos consultados para este reportaje coinciden en que, al hablar de salud mental, hay que poner el foco en lo que estas personas están experimentando, en lugar de utilizar términos psiquiátricos. "Si la gente realmente quiere comprender a alguien, que no sea definiendo la esquizofrenia, por ejemplo. Porque la esquizofrenia no es una cosa", explica la psicóloga Sara González. "Lo importante es escuchar, que esta persona te hable de su vida, de sus fortalezas, del sufrimiento… esa es la manera de poder entender a la persona que tiene un diagnóstico, porque no hay dos casos iguales", añade.
González lo ejemplifica con uno de los entrevistados: "Si me hablas de Manuel, lo primero que pienso es en cómo pinta Manuel, pienso en la sensibilidad de Manuel, en su ternura, puedo pensar hasta en su sufrimiento. La esquizofrenia está demasiado vacía y Manuel está demasiado lleno". Etiquetas que terminan 'despersonalizando' a las personas y agrupándolas en un mismo lugar "para discriminarlas y yo colocarme en una situación de superioridad", asegura.
Un punto con el que concuerda el psicólogo y director del centro, Carlos Salamero, que añade que el resto podemos ser "igual" de inestables, impredecibles y peligrosos y apela a la importancia del contacto social a través de charlas en institutos y con la comunidad. "Conocer su realidad es de lo poco que puede diluir los prejuicios y la estigmatización".
"Permitir la diferencia, la diversidad es importantísimo. También permitir que la gente sea persona con su personalidad y su manera de ser, no con un diagnóstico", concluye González.