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Las Actividades positivas sencillas incrementan el Bienestar Psicológico...

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En el 2013, un interesante artículo en BBC Mundo se hacía eco de algunas investigaciones que han puesto de manifiesto que los actos de generosidad, agradecimiento y altruismo benefician notablemente la salud mental de quien los lleva a cabo. En una línea similar, la revista Current Directions in Psychological Science ha publicado recientemente una revisión sobre el tema realizada por Sonja Lyubomirsky y Kristin Layous, investigadoras del Departamento de Psicología de la Universidad de California.

En este estudio, Lyubomirsky y Layous (2013) analizan desde un punto de vista teórico, aunque aportando resultados de investigaciones empíricas sobre el tema, las relaciones que se han encontrado entre la realización de actividades positivas sencillas y el incremento de la felicidad de quienes las ponen en marcha. Su mensaje es ciertamente optimista: ser feliz tiene numerosas ventajas en el ámbito interpersonal y personal –por ejemplo, en lo que respecta a la salud, la creatividad o la vida profesional-, y según algunos estudios, la felicidad y el bienestar serían más bien una causa del éxito en estas áreas y no tanto consecuencia de éste. Pero aún más, la buena noticia es que se puede “aprender a ser feliz” y que esto no implica que sea imprescindible haber realizado complejos estudios de psicología o filosofía, sino que está al alcance de aquellos que, con ciertas dosis de motivación y esfuerzo, se apliquen a realizar algunas prácticas sencillas. Por ejemplo, según diversas investigaciones, las personas que se involucran en actividades como realizar actos de amabilidad, escribir cartas en las que expresan su gratitud, hacerse conscientes de sus propios dones, meditar, cultivar sus fortalezas o visualizar de manera positiva el futuro lograrían experimentar incrementos en sus niveles de felicidad.

De manera más concreta, Lyubomirsky y Layous (2013) caracterizan las “actividades positivas” como aquellas “prácticas simples, intencionales y regulares que tratan de imitar la infinidad de pensamientos y conductas saludables que se asocian a la gente intrínsecamente feliz”. Además de enfatizar la asociación entre estas acciones sencillas y la felicidad, las autoras proponen un interesante modelo explicativo mediante el que tratan de dar cuenta de los mecanismos a través de los cuales tales prácticas llevan a incrementos en el bienestar, así como de las variables que influyen de alguna forma en esta relación.

LyubomirskyLayous2013

Según el modelo, la mayor o menor intensidad con que las actuaciones positivas llevan a un mayor bienestar parece tener que ver con algunas características propias de las actividades, de la persona que las realiza y del grado de ajuste que haya entre persona y actividad. Por ejemplo, en relación con las actividades, un aspecto relevante parece ser la “dosis” con la que se practican. Así, algunas investigaciones experimentales sugieren que los mayores incrementos en satisfacción se producen cuando estos actos se realizan una vez por semana, y por ejemplo, sería más efectivo realizar cinco actos de amabilidad concentrados en un mismo día durante seis semanas que distribuir estos cinco actos a lo largo de la semana en el mismo período de tiempo. La variedad de actividades que se practican también ejerce una influencia, y en este sentido lo mejor parece ser implicarse en una amplia gama de actividades positivas, más que dedicarse a la práctica en exclusiva de una sola. Pero no todas las actuaciones son posiblemente igual de “fáciles” de llevar a cabo, lo que hace que la secuencia con que se adquieren también sea relevante. Por ejemplo, escribir una “carta de gratitud” puede ser más efectivo para empezar que involucrase en actos de altruismo, que posiblemente presupongan un comportamiento más complejo.

En lo que se refiere a las características de la persona, son varias las que señalan Lyubomirsky y Layous (2013). En primer lugar, aspectos como la motivación para llegar a ser más feliz, el compromiso con la práctica de las actividades y la expectativa de que tales actos van a resultar en un mayor bienestar resultan elementos clave. Junto a ello, parece que algunos rasgos de la personalidad –como la extraversión y la apertura a la experiencia- favorecerían la conexión entre actividades positivas y beneficios psicológicos. Otros resultados indican además que posiblemente los mayores incrementos en el bienestar de quienes realizan actos positivos se producen, precisamente, en aquellas personas que más los necesitarían, como pueden ser las personas con bajo nivel de afecto positivo o síntomas depresivos moderados. Finalmente, algunas variables sociodemográficas, como la edad, o aspectos culturales también vendrían a matizar la relación entre actividades positivas y bienestar, aunque se necesita más investigación al respecto.

Es destacable que, en lo referido a tanto a las características de la actividad como de la persona, la investigación parece apuntar con cierta consistencia a dos aspectos. Uno, la necesidad de considerar que existe una amplia variabilidad interpersonal, y que por tanto hay que procurar un ajuste adecuado entre el tipo de actividad que se realiza y las características y circunstancias concretas de la persona. Un segundo aspecto destacable es la importancia que el apoyo social juega en todo esto. Los mayores aumentos en el grado de felicidad experimentado se producen cuando las actividades que se realizan se acompañan de la sanción y el feedback positivo de otras personas, y las personas que más van a comprometerse con tales actos son aquellas que más aliento reciben de su entorno para seguir adelante con ese comportamiento positivo. El reconocimiento social de que lo que se hace supone una actividad llena de sentido y socialmente beneficiosa es un potente motivador.

Pero, ¿por qué unas actividades tan sencillas acaban produciendo unos incrementos de la felicidad tan significativos? La explicación parece estar en el impacto positivo que estas actuaciones tienen sobre nuestras emociones, pensamientos, conductas y necesidades. Por ejemplo, realizar actos de amabilidad o de gratitud podría generar emociones positivas (alegría, tranquilidad, compasión, etc.) en quien las pone en práctica, y además favorecer pensamientos más positivos sobre uno mismo (capacidad, autoconcepto positivo, etc.) y también sobre los demás, posiblemente gracias a una mayor empatía con otras personas. Unido a ello, las acciones positivas pueden hacer más probable que uno se involucre también en otros comportamientos altruistas y saludables, aunque no estén directamente relacionados con la actividad practicada. Y finalmente, todo ello conllevaría una mayor satisfacción de necesidades psicológicas como el sentido de control personal, de competencia, la experiencia de una mayor conexión con los demás o el dotar de sentido a los eventos de la vida cotidiana.

Las ventajas parecen, pues, superar con creces el coste de poner en práctica algunas actividades sencillas, que no requieren gran esfuerzo, pero que pueden marcar una diferencia significativa en nuestro bienestar. Siendo así, ¿por qué no probar?

Fuente: hospitaldediaessalud.wordpr...

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