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La realidad del Estigma en el paciente psiquiátrico...

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Enfermedad mental y estigma

Cómo se crea

El estigma Mitos y realidades

La persona con enfermedad mental debe afrontar una doble dificultad para recuperarse: la enfermedad en sí y los prejuicios y discriminaciones que recibe por padecerla. Es el estigma social, una carga de sufrimiento que incrementa innecesariamente los problemas de la enfermedad y constituye uno de los principales obstáculos para el éxito del tratamiento y de la recuperación.

La palabra “Estigma” proviene del griego y significa “atravesar, hacer un agujero”. El término fue creado para referirse a signos corporales con los que se intentaba exhibir algo malo, como a los esclavos y los ladrones a quienes se estigmatizaba con hierro candente. El término se ha empleado a lo largo de los siglos para indicar que ciertos diagnósticos despiertan prejuicios contra las personas. Por ejemplo, durante la Edad Media, un grupo discriminado fue el de quienes padecían lepra. Más recientemente, a quienes padecen cáncer o sida. La discriminación a las personas con enfermedad mental ha sido una constante a lo largo de los siglos.

Los sentimientos de vergüenza y estigmatización que provoca esta enfermedad entre quienes la padecen y sus familiares son la causa de que actualmente muchos enfermos y enfermas no estén diagnosticados/as ni tratados/as, especialmente al comienzo del trastorno, cuando el éxito del tratamiento es mayor. Asimismo, el miedo y la aversión de la sociedad cierra muchas puertas a estas personas: sanitarias, laborales, de vivienda o de relaciones sociales.

El origen del estigma está en estereotipos y mitos injustos heredados de siglos de incomprensión hacia la enfermedad mental. El silencio que la rodea y que la ha convertido en tabú ha mantenido el estereotipo, que es una idea o imagen aceptada de común acuerdo por la sociedad y que permanece invariable. La reiteración de esos estereotipos ha creado sólidos prejuicios, que se ven reflejados en pensamientos y actitudes arbitrarias o parciales respecto de la enfermedad o las personas que la padecen, sin analizar si existe alguna razón que lo justifique.

Finalmente, el prejuicio se plasma en la discriminación, por la cual individuos o grupos de una sociedad privan a otros de sus derechos o beneficios y les dan un trato de inferioridad. En un principio, la estigmatización tendría un carácter originariamente moral, pero con serias consecuencias, ya que se identifica al grupo segregado con el estigma mismo. Al tratar a la persona con enfermedad mental, se hace exclusivamente según su enfermedad, no como una persona como otra cualquiera.

Las etiquetas

El estigma es la etiqueta que se pone sobre la persona y resulta muy difícil desprenderse de ella. Llega a ocultar a ese hombre o esa mujer, porque se la identifica plenamente con el hecho por el que se le etiqueta. El lenguaje da buena muestra de cómo la enfermedad mental se identifica como único rasgo de la personalidad de quienes la padecen. Si tiene esquizofrenia, pasa a ser “esquizofrénico”; si sufre depresión, es una “depresiva”. Algo que actualmente no sucede con otras enfermedades, porque a quien padece cáncer no se le llama “canceroso”.

Una vez que la sociedad subraya la diferencia resulta muy difícil para la persona ser aceptada. Además, la presión interna que sufre para asumir los estereotipos de incapacidad e inutilidad hace que los síntomas de la enfermedad sean más persistentes y creen una sensación de discapacidad.

El autoestigma

Una de las consecuencias más graves de la discriminación es la creación del autoestigma. Los prejuicios en muchos casos afectan al enfermo o la enferma hasta el punto que los asumen como verdaderos y pierden la confianza en su recuperación y en sus capacidades para llevar una vida normalizada. Estereotipos y prejuicios acaban por instalarse en la persona, que asume esas actitudes marginadoras y se autodiscrimina. Se generan así reacciones emocionales negativas, se pierde la sensación de dominio sobre su situación personal, incapaz de buscar trabajo o vivir de forma independiente, y es posible que ni siquiera lo intente. Ello le puede llevar a fracasar en su tratamiento, y rechazar más la enfermedad mental que los familiares o el personal de los servicios de salud mental que le atiende.

Fuente: 1decada4.es/volvamosapensar...

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